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CURSO 2014-2015

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martes, 26 de octubre de 2010

LA DECENA

Aquí os dejo un cuento que os puede ayudar a entender mejor la decena.

LAS UNIDADES QUE LLEGARON A SER DECENAS.

En un lugar muy frío de cuyo nombre no puedo acordarme, vivían los números que ya vosotros conocéis: 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9. Ellos caminaban solos y estaban contentos porque todos tenían su nombre. Pero un día el 1 se puso a llorar:
-¿Por qué lloras? - Le preguntaron el resto de los números.
-Porque tenemos nombre, pero nos falta el apellido.

-Es verdad- dijeron todos a la vez.- Nos falta el apellido, nos falta el apellido.

Los números mientras caminaban solos por aquellos lugares tan fríos, pensaban y pensaban. Hasta que de pronto, el número uno dijo:

-Ya no estoy triste, ya tengo apellido, me llamaré “una unidad”.
Entonces el 0 dijo:

-Qué bien yo también me llamaré ”cero unidades”

Entonces saltó el 2 y yo “ dos unidades” y así siguió el tres unidades, cuatro unidades, cinco unidades, seis unidades, siete unidades, ocho unidades y nueve unidades. Se dieron cuenta que todos eran de la misma familia y que todos tenían que tener el mismo apellido.

Pasó un tiempo y aquellos números que eran unidades se sentían muy bien en aquel país del frío de cuyo nombre no puedo acordarme. Hasta que otro día, a la una unidad ( que era el número 1) se le ocurrió que si se juntaba con el “cero unidades” para jugar y caminar juntos, podían formar otro número que ya sabéis se llamó 10 y como le gustó, pasado un tiempo, se unió con otro 1 que por allí circulaba solo, para formar el 11, después lo hizo con el 2 y formó el 12 y más tarde formaron el 13, el 14, el 15, el 16, el 17, el 18 , el 19 y descubrieron que era muy divertido hacer las cosas de dos en dos.

Pero como siempre le pasaba al número 1, un día se puso triste y dijo que el 10 no tenía apellido.

Así, una vez más, el resto de los números tuvieron que pensar y pensar, hasta que al mismo 10 se dio cuenta y llamó a los otros:

- Ya lo tengo. Si yo me llamo diez y soy diez cosas, me llamaré “decena”

-Bien-dijeron los otros, pero entonces ¿Nos quitamos el apellido unidades cuando estemos juntos?

-Noooooo-Dijo el 10- No . Yo por ejemplo, seré una decena y 0 unidades

-Y yo? -dijo el número 11- ¿Cómo me llamaré yo entonces?

-Muy fácil- explicó el número 10- tu serás una decena y una unidad

- Y ¿Yo?- dijo el 12 que sabía que siempre iba detrás del 11

- Tú serás una decena y dos unidades

- Ya sé -dijo el 13- entonces yo seré una decena y tres unidades

-Es muy fácil- dijo el 14- yo una decena y cuatro unidades

-Sí, sí,-dijo el quince- siempre que esté el uno va a ser una decena porque hay diez cosas juntas y luego, cinco, seis, siete, ocho o nueve unidades.

-Bien bien gritaron ya todos porque lo habían entendido

Y desde entonces en aquel país del frío hizo más calor, porque la profesora, había explicado a unos niños que vivían en otro lugar donde a veces también hacía frío, esta historia de cómo las unidades se hicieron decenas.

Luz del Olmo

domingo, 10 de octubre de 2010

Cuento de Otoño

CALANDRIA LA CASTAÑERA
Calandria, la castañera, vivía en una casa del bosque. No oía bien y no tenía buena vista porque tenía muchos años. Llevaba siempre un gran delantal, un pañuelo en la cabeza, una toquilla de lana y una cesta en la mano. Cuando comenzaba el otoño iba por el bosque recogiendo castañas.
Un día vio que había muchas y empezó a recogerlas. -¡Castaña… a la cesta!– decía muy contenta. -¡Castaña… a la cesta!– al coger otra. Cuando tuvo la cesta bien llena, se fue a su casa y encendió el fuego para asar las castañas. Pero, … -¡Ay! ¿ Y las castañas? ¿Dónde están?- La cesta estaba completamente vacía. No quedaba ni una.
Empezó a llover y entre las gotas que caían al suelo, la castañera vio una castaña que andaba. -¿Cómo puede ser?- pensó. -¡Las castañas no andan!-. Pero… -¡si tienen cuernos!- gritó. -¡Las castañas no tiene cuernos!- pensó de nuevo.
Se dio cuenta que en lugar de castañas había cogido caracoles. Había por todos los sitios: en la mesa, en el suelo, en la pared, y... hasta en el techo… Volvió corriendo al bosque para buscar castañas. Pero... ¿cómo haría para no volver a equivocarse? Pensó, pensó y pensó, hasta que se acordó de una canción que le cantaba su abuela sobre los caracoles, pero no se acordaba:
¿Un caracol debajo de un botón,...? -¡No, así no!- ¿Un caracol se comió una col...? -No, así tampoco- ¿Un caracol en un cajón...? -No, así no- Un caracol se rompió el pantalón...? -No, así tampoco- Hasta que la final se acordó de la canción:
“Caracol, col, col,
saca los cuernos al sol
que tu madre y tu padre
ya los sacó”
Cuando terminó de cantarla dijo:
¿No sacas los cuernos? –Pues entonces castañas- y la echaba a la cesta. -¿No sacas los cuernos? –Pues entonces castañas- y otra a la cesta. Esta vez no se equivocó, volvió a su casa muy contenta con la cesta llena y empezó a asarlas, mientras gritaba:
"¡Castañas! ¡Castañas!
¡Castañas asadas!
¡Castañas! ¡Castañas!
¡Castañas tostadas!
¡Castañas! ¡Castañas!
¡Calientes y sanas!"
Y los niños que salían de la escuela, fueron corriendo
y muchos se quemaron por no esperar un momento.
Cuento "contau" por la chimenea se ha "escapau"

lunes, 4 de octubre de 2010